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"FIDEL ME SORPRENDIO EN EL SURCO"

28.06.2012 16:31

Por José Martín Suarez (El Bolo).

 

     Bertico, como todos nombran en el central Venezuela a Heriberto Beltrán Rojas, no conoció en su infancia otro juguete que no fuera una mocha y, desde muy pequeño, en su natal colonia Bravo Dos, del barrio  de Jagüeyal, cortó caña para ganarse la vida y ayudar a la familia.

Su habilidad y constancia en la dura faena lo situaban entre los más sobresalientes macheteros de Cuba y de la brigada multimillonaria a la que pertenecía. Por sus resultados productivos fue de los primeros avileños en recibir, como estímulo, un automóvil.

Pero un hecho le marcó para siempre en aquellos momentos en que, como él mismo expresa: «se trabajaba para que cada gota de sudor se convirtiera en un grano de azúcar », el día que Fidel le sorprendió en el surco.

Era una tarde soleada y calurosa. La brigada cortaba caña ese día en los campos de la colonia El Alba, en las proximidades de Jagüeyal.

Serían aproximadamente las 2:00 de la tarde cuando enfrascado en mi tarea avanzaba con el tajo hacia fuera. Cuál no sería mi sorpresa, me quedé petrificado, sin saber qué hacer, parecía una alucinación. Pero no, era Fidel en persona, vestido con su traje de campaña y un sombrero de guano, detrás de mí, apenas a unos tres metros. Me venía observando calladamente mientras cortaba. No me dio tiempo a nada, estrechó mi mano enguantada y sudorosa y comenzó a hacerme preguntas, una tras otra. Empezó diciéndome:

¾ ¿Por qué cortas tan de prisa?

¾ Eso es normal en mí, Comandante, lo hago sin perder tiempo, sin mirar a los lados, ni para atrás, por eso que no lo vi a Usted.

Sonrió, volvió a la carga con toda intensidad y las preguntas llovieron.

¾ ¿Cuánto cortabas anteriormente, para normas técnicas?

¾ Quinientas o 600 arrobas, le respondí

¾ ¿Cuántas cortas ahora para centros de acopio?

¾ Entre 1 300 y 1 400, le dije, mientras él asintió con la cabeza

¾ ¿Cuál es tu idea, que tú crees de los centros de acopio?

¾ Los considero como un paso muy importante para el país, Comandante, porque se logra más productividad en el corte, a la vez se alivia y humaniza mucho el trabajo del machetero al tener que dar menos golpes contra el plantón.

 Mientras analizaba y comentaba las respuestas con quienes le acompañaban, entre ellos el Ministro del Azúcar teniente Orlando Borrego y Joel Domenech, le sugerí reunir a toda la brigada para que escuchara el criterio de los demás e inmediatamente respondió con una de sus manos puestas sobre mi hombro: 

  • Ah, muy bien, lo más aceptable es eso, magnifico».

Al instante nos concentramos en medio del cañaveral, y fluyó el diálogo, vivo, sincero, de tú a tú entre él y nosotros. Muchos no concebíamos que un hombre de su estatura política, dirigente máximo de la nación, viniera a escuchar el criterio de humildes guajiros desde una guardarraya.

Realizó innumerables interrogatorios relacionados con la nueva modalidad de corte que se implantaba, la humanización del trabajo, la productividad, la atención que recibíamos. Transcurrieron unos 30 minutos y llegó el momento de la despedida, pero antes comentó que serían construidos centros de acopios en todo el país.

De pronto, en forma jocosa nos dijo:

— «Si esto fracasa o no da resultado, los vengo a buscar a todos».

Al ver nuestras caras de asombro se sonrió y comentó, al final, que la instalación de los centros de acopio sería un éxito, como realmente lo fue. Con su mano en alto, como símbolo de victoria, se despidió de nosotros. Aquel contacto fue inolvidable para mí y el resto de mis compañeros. En la siguiente zafra corté más de 174 000 arrobas y la Brigada continuó como una de las mejores del país.10