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ESTAMPAS AVILEÑAS: DE LA HABANA A JÚCARO EN 1879

11.04.2013 20:01

Por José Antonio Quintana García.

/album/fotogaleria1/trocha5-jpg/ Era más rápido y cómodo viajar en barco que en coche durante la Cuba coloniaL.

Caminos infernales, sobre todo en primavera, retrasaban el paso a los más briosos caballos. De ahí que en los principales poblados por donde pasaba el Camino Real existieran puestos que facilitaban el cambio de los corceles cansados.

El transporte marítimo tenía otra ventaja: su seguridad para la vida y la bolsa porque en esa época los bosques servían de refugio a bandoleros. La partida de Nicasio Mirabal, entre otras, azotaba la región avileña.  Mientras que en el mar, a fines del siglo XIX, era raro encontrar piratas.

Los avileños que deseaban visitar la capital del país en 1879 podían emplear la vía marítima, por el sur. Desde La Habana con destino final Santiago de Cuba navegaban tres vapores: TrinidadCienfuegos y Gloria.  Estos barcos hacían escala en los puertos de Cienfuegos, Trinidad, Tunas de Zaza, Júcaro, Santa Cruz y Manzanillo.

Cada miércoles, a las seis de la mañana, partían  desde  Batabanó. Para llegar a este lugar los viajeros lo hacían en un tren procedente de la Estación de Villanueva, en La Habana. Era común que cargaran enormes equipajes, a veces pesaban más los baúles y maletas que su contenido.

A Júcaro los avileños podían ir en tren, pues disponían de un ferrocarril, construido para uso militar,  desde ese punto hasta Ciego de Ávila durante la Guerra de los Diez Años. En enero de 1880 la vía llegaría a Morón.

¿Cómo era Júcaro en esos tiempos? Narra el historiador español Jacobo de la Pezuela, en su conocido y útil Diccionario Geográfico, Estadístico, Histórico de la isla de Cuba:

" (…) Es el punto más frecuentado de la costa del partido de Ciego de Ávila, en donde lo designan con el nombre de Coleta, aunque es propiamente un surgidero resguardado por los cayos de los Muertos, Ana María y algunos otros que no tienen denominación especial.

“Solo pueden penetrar en el embarcadero buques de poco calado: fondeados entre los canalizos de los mencionados cayos (…). Las inmediaciones de este embarcadero lleno de numerosos bajos arrecifes, tiene un aspecto muy alegre por estar cubiertas sus orillas y los cayos  inmediatos de verdes y frondosos manglares. Tiene una bonita playa que  atrae algunas familias de las inmediaciones en la temporada de baños.

(…) hay un buen muelle de maderas duras de unas 50 varas de largo, y tres de ancho y un almacén para depósitos de frutos, desde donde parte un camino de 40 varas de ancho que se prolonga a Morón por la aldea de Ciego de Ávila".

Agregamos a lo dicho por ilustre investigador Pezuela, que existían dos caminos más: uno que salía bordeando la costa hacia la zona de Sancti Spíritus y otro que llegaba hasta el ingenio La Soledad. Bueno lo que quedaba de esta fábrica que perteneció a la acaudalada familia trinitaria de los Valle-Iznaga y estaba ubicada en terrenos que en la actualidad ocupa la cooperativa Ramón Domínguez de la Peña, en el municipio de Venezuela. En 1879 estaba inactivo, al parecer, había sucumbido por la tea mambisa.

El viajero avileño también tenía a la vista, en Júcaro, fortificaciones españolas. Además comenzaba a desarrollarse el comercio, en especial la venta de carne de res. Si quería ir hacia La Habana debía esperar al fin de semana. El domingo, en horas de la tarde, un tren especial aguardaba por el arribo de los vapores en Batabanó.

Así viajaban nuestros antepasados. La noticia la publicó Juan Díaz, agente del periódico Las Voz de Cuba, el 24 de octubre de 1879 y hoy la he desapolillado.