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ENTRE LA RIQUEZA Y EL DOLOR

25.07.2012 22:45

 

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Por Ángel Cabrera (colaborador) Fotos: Cirilo Ruiz | Miércoles, 25 de Julio de 2012 09:03, TOMADO DEL PERIODICO INVASOR

• La urbe de Ciego de Ávila en la década de 1950 era una de las principales del interior de Cuba. Su comercio deslumbraba, pero sus contrastes sociales adquirieron tal antagonismo que la transformaron en ciudad rebelde

ciego de avilaCiego de Ávila, cosmopolita, ecléctica, de escasa estructura industrial —salvo algunas excepciones, como la firma Vocero— era por excelencia una urbe de servicios en función de su entorno. Con sus 35 178 habitantes, estaba considerada como la segunda ciudad en importancia de la entonces provincia de Camagüey. 

Esquina del gran café Ritz, seguido del edificio que albergaba a la Asociación Canaria en los bajos. En los altos estaba la emisora CMJH, la primera de corte comercial de la ciudad que surcó el aire en 1931 (1954)

Casi duplicaba la cifra de la de Morón (18 629) y triplicaba la de Nuevitas. Superaba en 15 000 a cada una de las hoy capitales provinciales de Las Tunas y Bayamo. Su población era superior a la de 17 localidades avileñas: bateyes de los centrales Cunagua, Baraguá, Stewart, Algodones, Punta Alegre, Adelaida, Violeta y Patria; Florencia, Majagua, Chambas, Gaspar, Velasco, Simón Reyes, Guayacanes, Guadalupe, y el puerto de Júcaro.

Su progreso descansaba en la interrelación con un entorno de plantaciones de piña y naranja, y un entramado azucarero en manos de tres grupos oligárquicos, dos yanquis, y el otro conformado por la Sucesión de Falla-Gutiérrez, en cuyas acciones existía mayor preponderancia del capital norteamericano que del cubano. 

EL PRIMER ROSTRO DE UNA MONEDA
Por aquellos años la ciudad poseía espacios e instalaciones privadas que deslumbraban. En primer lugar se hallaba su comercio, con tres cuadras de la calle Independencia desde Honorato del Castillo hasta José María Agramonte y se destacaban, entre otros, establecimientos como La Elegante, La Americana, Los Estados Unidos, El 20 de Mayo, El Bazar París, La Casa Grande, las dos Victoria, La Revoltosa, y las ferreterías La Bomba, La Llave y La Central. Se agregaban la Cruz Verde y la Casa Balbín (esta última en la calle Libertad). 
ciego de avilaCalle Honorato del Castillo frente al parque José Martí entre Libertad e Independencia (1951)

Sus vidrieras exhibían con exquisitez los artículos, los dependientes —muy pocos negros—, estaban bien vestidos y con sonrisas a flor de labios, y la calidad y variedad del surtido se encontraba a la altura de los de la capital, con productos lo mismo de Nueva York que de París, lo cual causaba la admiración de cuantos los observaban, entre ellos el presidente de la República, Fulgencio Batista Zaldívar. 

Sus dueños eran personas emprendedoras y conocedoras del giro comercial, algunos capaces de llegar a manifestaciones de fraude, como llevar dos libros de contabilidad, y hacer que algunos empleados les firmaran nóminas de salario, cuyo real nunca les pagaban. 

Llegaron a constituir la Asociación de Comerciantes de la calle Independencia, cuya capacidad movilizativa quedó demostrada en 1955, con su líder natural al frente, Sampedro (dueño de La Elegante), al organizar y desarrollar con rotundo éxito el carnaval más extenso en la historia de la ciudad, el Carnaval de las Flores, del que como dato curioso se debe conocer que tuvo dos reinas: la blanca y la sepia (término que usaron para designar a la negra).

En esas cuadras comerciales estaban, además, la cafetería El Ritz, los hoteles Sevilla y Rueda, los bancos Canadá y Núñez (hoy Banco de Crédito y Comercio), y clubes selectos El Canadá, El Baturro, y luego el Reno Club, el más famoso de todos —según la memoria del Dr. Carlos la Falce—, propiedad de un oficial batistiano.

En la ciudad existían otros lugares de diversión: el Elmo Club, el 600, y el 314-314; sociedades el Lawn Tennis Club, el Atlético (en el que almorzó el tirano Batista en una de sus visitas a Ciego), y el Club de Cazadores, y sociedades regionales de origen peninsular como la Colonia Española y el Centro Asturiano, sedes de las fastuosas actividades por el Día de la Raza, en que todas las loas eran para Cristóbal Colón y los conquistadores peninsulares, pero obviados el genocidio aborigen, y la criminal esclavitud africana. 

En los años '50 otros nuevos inmuebles embellecieron la ciudad, entre ellos, el hotel Santiago-Habana, la residencia del rico colono Manuel Martín Dorta, el muy famoso Buey de Oro (hoy Palacio de los Matrimonios), el edificio multifamiliar de la esquina de las calles Máximo Gómez y Maceo, y uno que causó gran alegría a la numerosa comunidad católica avileña, el nuevo templo, hoy catedral. 

La ciudad también se destacaba por la excelencia de sus servicios privados de educación y salud, tanto por sus inmuebles como por su personal. 

LA OTRA CARA DE LA MONEDA
En contraste con todo lo anterior se encontraba la situación de las capas populares, en la que miles de personas, la mayoría desempleados, vivían en los barrios de la periferia, en lo fundamental, al sur de la línea del Ferrocarril Central.

ciego de avilaCalle Independencia tomada desde la calle Marcial Gómez hacia Simón Reyes (1954)

En múltiples fuentes lo reflejan. Una muy peculiar y atractiva en su lectura es la novela Siempre la muerte, su paso breve, de Reinaldo González, Premio Nacional de Literatura, que vivió varios años y sufrió en aquella periferia. Allí describe uno de los "servicios sanitarios" típicos en aquellos barrios " [...] Excusados hechos con anuncios de Forhan's, Coca Cola, Mejoral y pasta Gravi, alejados de las casas y rodeados de tilo americano, para disimularlos."

Otra fuente muy importante resulta el periódico habaneroPrensa Libre, de 1956, donde fue publicado —en varias partes— el reportaje La realidad de Ciego de Ávila, del periodista Martín Lliraldi, donde aparece lo expresado por personalidades que en aquel año vivían en la ciudad. De forma similar se publicó en los periódicos locales El Pueblo y La Región.

En esa otra cara de la ciudad existían casas de citas (prostíbulos) como los de Concha, Lidia, Pastora y la Carrasco, y a un costado de la Turbina la famosa Zona, palabra que resumía Zona de Tolerancia: el imperio de la prostitución, el proxenetismo, el juego, la droga, y los abusos de todo tipo; espacio donde imperaba Don Dinero, con la conformidad de las autoridades estatales y militares del municipio. 

Para esas mayorías periféricas no había ni buenas escuelas ni clubes ni clínicas, pero sí la discriminación, la explotación y los sufrimientos. Tampoco sus niños —algunos de los que se ganaban monedas limpiando zapatos en el parque Martí— tenían la dicha de que los visitaran los Reyes Magos, a pesar de que se portaban bien y hacían pedidos a sus padres; razón por la cual hubo iniciativas de alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, entre ellos José Assef Yara, Carlos la Falce y Ricardo Cabrisas, como la de recoger dinero para comprarles juguetes, proceder también asumido por los Caballeros de Colón.

El asesinato de uno de aquellos niños pobres, Emilito Tápanes, conmovió —según recuerda Rafael FeloHernández— la ciudad hasta sus cimientos, pero el autor, señalado por el pueblo, un rico burgués perteneciente al árbol genealógico de los condes de Villamar, uno de los hijos de la fundadora del teatro Principal, quedó por obra y gracia del batistato ¡fuera del alcance de la justicia!

CIUDAD REBELDE 
La agudización de aquellos contrastes económico-sociales, en un sistema pluripartidista, agravados tras el golpe de Estado de Fulgencio Batista, la madrugada del 10 de marzo, transformó la ciudad en rebelde.
ciego de avilaNuevo parque Martí construido en 1948 en el mismo lugar (1951)

Primero, de forma pública, a través de integrantes de la Juventud Ortodoxa, y estudiantes del Instituto de Segunda Enseñanza y de la Escuela Profesional de Comercio, en campañas como la Jura de la Constitución, Pro derechos de la Juventud martiana, Contra el canal Vía Cuba (por Matanzas), Pro Guatemala (contra la intervención yanqui en ese hermano país), y Pro amnistía de los presos políticos, incluidos los moncadistas.

Luego, en los sucesos de noviembre y diciembre de 1955, el famoso invierno caliente: cuando las protestas en que resultó asesinado el joven Raúl Cervantes; y la huelga por el diferencial azucarero, en que la ciudad estuvo en manos de las capas populares. 

Y, finalmente, a través del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) y del Directorio Revolucionario, encabezados por Fidel Castro Ruz y José Antonio Echeverría Bianchi, respectivamente, abonado con la sangre de muchos de sus mejores hijos: blancos, negros y mulatos. 

Nada mejor para concluir este artículo que hacerlo con una de las manifestaciones características de nuestra cubanía: una décima escrita a solicitud del autor por Irineo Socarrás Álvarez, titulada Ciego en los '50.

"En los cincuenta, Ciego era/ una Meca en el comercio,/ calidad, cultura y precio/ adornaban la vidriera./ La cubana guayabera/ vistió a pillos y chacales./ Un mar de desigualdades/ impuso su burguesía./ Cuando un pueblo en rebeldía/ la barrió de sus portales."