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ESCARAMUSAS EN LA TROCHA


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ENRIQUE VARONA GONZALEZ, VICTIMA DE LA REPRESION MACHADISTA EN LA REGION DE LA TROCHA.

28.06.2012 17:59

 

 

Por Raymundo Adalberto Ojeda Luis.

                         Gerardo Machado y Morales, electo para la presidencia de la República en el mandato que se iniciaba en 1925, sintetizó las aspiraciones de los intereses de la oligarquía burgués latifundista criolla y del imperialismo yanqui que le elevaron al poder. Su programa político fue un fiel exponente del servilismo de los gobernantes de la neocolonia al gobierno estadounidense. Con él se inició una de las épocas más difíciles y a la vez de las más heroicas en la historia del movimiento obrero cubano.

No había ocupado aún la presidencia cuando viajó a los Estados Unidos y ante los hombres de negocios, usurpadores de nuestras riquezas, y al gobierno de ese país ofreció todas las seguridades para sus intereses en la Isla. En uno de los banquetes que se le ofrecieron, declara:

Quiero asegurar a los hombres de negocios aquí presentes y a los que no lo están, que tendrán todos una garantía absoluta para sus intereses, bajo la administración cubana […] Quiero decir que en mi administración habrá garantías absolutas para todos los negocios, y que no habrá razón para temer que surjan desórdenes porque tengo suficientes fuerzas materiales para reprimirlos y cuento además, con el apoyo de la opinión pública.

Ninguna huelga durará más de un cuarto de hora bajo mi gobierno.[i]         

Para cumplir tales compromisos no escatimó medios, y apenas llegado al poder inició la ofensiva contra el ascendente movimiento antiimperialista y democrático de los sectores más avanzados de la clase obrera y otros de la sociedad cubana, de la que no escapó ni la propia oposición burguesa.

Pero fue contra el movimiento obrero que la tiranía se ensañó en particular. Su objetivo era poner límite a su desarrollo y encuadrarlo en los moldes de un sindicalismo “amarillo” bajo el control del aparato gubernamental. En esta estrategia antiobrera los sectores ferroviario y azucarero, que habían desplegado una gran combatividad en los últimos años, figuraban entre sus principales objetivos. Entre los líderes obreros del momento el escollo fundamental para el Gobierno era indudablemente Enrique Varona González,[ii] cuyas actividades repercutían peligrosamente en el vital sector azucarero.

No fue, por tanto, casual que en el territorio de los términos de Ciego de Ávila y Morón, escenario desde 1923 de los más fuertes combates de la clase obrera contra las empresas capitalistas, se produjera uno de los primeros asesinatos del régimen machadista. La víctima escogida no podía ser otra que el gran líder Enrique Varona González, conductor de los grandes movimientos huelguísticos, en los sectores azucarero y ferroviario, que conmovieron a la región y al país en los últimos años del gobierno de Zayas.

Enrique Varona González llegó a la región de la Trocha en momentos en que concluía la construcción del  ferrocarril Nuevitas-Caibarién y el centro de la actividad ferroviaria se desplazaba a la ciudad de Morón, con el traslado de las oficinas de la Administración desde Ciego de Ávila, a la vez que se emprendía la construcción de los talleres. La fusión del núcleo obrero que existía en Ciego de Ávila, vinculado a la explotación del ferrocarril Júcaro a Morón, con el que se había venido formando durante la construcción del ferrocarril del Norte dio lugar a la  “Asociación de Obreros del Ferrocarril”[iii] que asume el nombre de “La Unión“, reflejo del proceso de fusión que ha tenido lugar.

Con la organización gremial de los obreros ferroviarios se da inicio al accionar del movimiento obrero en la región, que desde el mismo año 1919 protagonizó enfrentamientos con la Empresa Ferroviaria, ya que la negativa de esta ante el reclamo de aumento de jornales provocó el estallido de la primera huelga en la segunda mitad de aquel año. Fue decisivo en el éxito obrero el pequeño núcleo de obreros de Puerto Tarafa, cuyo delegado era Enrique Varona.

El  movimiento obrero en el sector se fortalecía, aunque enfrentando deserciones y traiciones en sus filas, así como la fuerte represión de la Empresa y el Gobierno. Entre los despedidos después de una fallida huelga en diciembre de aquel año se encontraba Varona, quien encontró trabajo en el central Stewart (Venezuela), estancia de algunos meses que le posibilitó establecer estrechas relaciones con los obreros del azúcar, las que se fortalecerían posteriormente en la lucha contra los empresarios azucareros por lograr el reconocimiento de su organización sindical.

La directiva del Gremio “La Unión” en 1920 asumió posiciones firmes y consecuentes en la lucha y bajo su dirección se produjo una huelga que logró se restablecieran en sus puestos los obreros expulsados en diciembre de 1919. En el éxito de esta huelga, y también en las del año anterior, mucho tuvo que ver el temor de la Empresa  ante las pérdidas que provocaba el paro en momentos en que ocurría un gran movimiento de mercancías en los puertos cubanos, por tanto era estratégico conciliar con los promotores del movimiento huelguístico y acceder a sus demandas.

Fue precisamente el año 1923, tan rico en acontecimientos nacionales que marcan el nuevo despertar de la conciencia nacional, el que señala un fortalecimiento en la lucha del movimiento obrero en la región, matizada fundamentalmente por el enfrentamiento abierto a  las empresas capitalistas y a la burguesía nacional. La vanguardia de la clase obrera de la región estaba en el sector ferroviario, organizado en el Gremio “Sociedad de Empleados del Ferrocarril Norte de Cuba” “La Unión“, que poseía además de una mejor organización, más experiencia de lucha, y tenía en la figura de Enrique Varona, electo para la presidencia de la directiva de ese año, un líder de talla colosal.

Este año estuvo marcado por sucesivas huelgas en el sector ferroviario, en las que se destacó en toda su magnitud la labor aglutinadora de Varona, quien de manera intransigente, firme y valiente se enfrentó a la administración en defensa de las demandas obreras, sin que lo amedrentaran amenazas ni detenciones.  Estos movimientos huelguísticos arrancaron a la Empresa concesiones  importantes en relación con las condiciones de trabajo: el pago de horas extras, el aumento de salarios, la no utilización de rompehuelgas, el descanso retribuido, el pase anual para los obreros, y la sustitución de las cigüeñas por motores de línea en el traslado de los obreros de vías.

Más de una vez los obreros en huelga tuvieron que enfrentar el plan de machete, y la tripulación de los trenes tomada como reos fue obligada a conducir bajo la presión de las bayonetas. También las fuerzas militares protegían  a los rompehuelgas, los que durante el desarrollo de su trabajo eran acompañados por los soldados y se les albergaba en el propio cuartel de la guardia. No obstante, el descarrilamiento de trenes manejados por rompehuelgas, los tiroteos a las tripulaciones rompehuelgas, sabotajes a puentes, desvíos de locomotoras, y otras acciones de los huelguistas obligaban a la Empresa a discutir con los obreros sus demandas.

No existen dudas en cuanto a que en el movimiento obrero de los Ferrocarriles del Norte de Cuba de estos años predominaban criterios de lucha anarcosindicalistas.[iv] No obstante, no se puede absolutizar esta concepción ya que también se manifestaban peculiaridades que la muestran en franca transición hacia formas superiores de lucha, como reflejo de lo que ocurría en el proletariado cubano que comenzaba a abrazar el sindicalismo revolucionario, y su vanguardia las posiciones marxistas. Destacan entre los principales resultados del movimiento huelguístico del año 1923 la solidaridad que se forjó entre los obreros ferroviarios con los azucareros y portuarios que entonces daban los primeros pasos en la organización de sus filas, y con otros sectores obreros de la región.

El otro sector obrero que alcanzó durante el año 1924, en la antigua provincia de Camagüey una gran madurez fue el azucarero, el que recibió de los ferroviarios y su líder  la experiencia organizativa, para materializar sus propósitos.

Las luchas obreras de los centrales azucareros tomaron especial vigor a partir de 1920, sobre todo en el área de la antigua provincia camagüeyana. Durante los años 1923 y 1924 el movimiento huelguístico se desarrolló, principalmente, con vistas a lograr la sindicalización de los trabajadores.[v]

“La Unión”, como se le conocía al gremio de los ferroviarios, se había fortalecido grandemente y abarcaba un territorio que iba desde Chambas hasta Nuevitas e incluía varios ramales. Contaba para esta fecha, según datos aproximados, de 350 a 400 obreros organizados en delegaciones que se supeditaban a la directiva del gremio, que con Varona como presidente incluía hombres de mucho prestigio y valor como José Rosabal, Julio Caro, Benedicto Rodríguez, Serafín O´Reilly, Manuel Ché, José Manuel Guerrero, Lorenzo Septién, y otros más.

Esta combativa organización, defensora de los intereses obreros  mantuvo sin claudicación su lucha reivindicatoria en el transcurso de este período, a pesar de la represión y los intentos de soborno por parte de los magnates capitalistas. En reiteradas ocasiones, tanto la Empresa Ferroviaria como la Cuban Cane (monopolio azucarero), le ofrecieron a Varona altas sumas de dinero y hasta cheques en blanco para que abandonara la lucha y se alejara de la región.

En una ocasión, en las oficinas del Ferrocarril en Ciego de Ávila con una pistola se le trató de obligar a firmar un convenio amañado, y no lo hizo [...] un personero de la Cuban Cane le entregó un cheque en blanco para que pusiera lo que él quisiera y se fuera del país, él congregó a los obreros y delante de ellos rompió el cheque.[vi]

Una nota publicada por “El Camagüeyano” en relación con investigaciones que se seguían sobre el asesinato de Varona, refiere que Genaro Crespo Varona declaró que “[...] intentaron varias veces sobornar a su tío, pero no lo lograron amenazándolo de muerte.”[vii]

Al constituirse la Hermandad Ferroviaria de Cuba el 2 de febrero de 1924, el Gremio “La Unión” de Morón se le adhirió, como consta en documento del 20 de febrero del propio año bajo el título “Manifiesto de la Hermandad Ferroviaria”, en defensa del derecho de organización de los obreros ferrocarrileros, donde entre las firmas de sus Delegaciones se encuentra la de Enrique Varona.[viii] La creación de esta organización representó un importante paso en la unidad de la clase ferroviaria; sin embargo, con posterioridad sus principales dirigentes se convirtieron en agentes de la policía y de los patronos dentro del movimiento obrero, lo que provocó la ruptura de  “La Unión” de Morón con aquella.

Bajo la dirección de Varona los obreros del sector azucarero lograron su sindicalización. Las huelgas que durante el año 1924 desarrolló el sector azucarero en la región evidenciaron la influencia, hasta en los más mínimos detalles de la organización ferroviaria y de su líder, reconocido también por los obreros del azúcar. El mayor movimiento huelguístico de este año se inició en la primera quincena de septiembre, al decir del propio Enrique Varona “[...] empezó porque en el central Morón fueron separados cincuenta trabajadores y treinta y ocho familias. Las causas de esta separación fueron simplemente el haberse distinguido por su propaganda en favor de la organización de los obreros de los ingenios”[ix]

Cuando en el central Morón (Ciro Redondo) la patronal procedió al desalojo masivo de las familias, el presidente de “La Unión” al frente de una comisión medió en el conflicto y ante la intransigencia del administrador, trasladó hacia la ciudad de Morón a los obreros y familias despedidas, a las que se sumaron todas aquellas que le brindaron su solidaridad, y aunque el propósito de la patronal era sólo expulsar a los dirigentes obreros y atemorizar al resto, la acción de Varona paralizó totalmente el trabajo.[x]

En Morón los obreros azucareros y sus familias fueron acogidos en las casas de los ferroviarios y de otros vecinos solidarios, en tanto el batey y el propio central eran ocupados por la guardia rural, y la empresa azucarera,  ante la necesidad de concluir las reparaciones, trajo rompehuelgas de La Habana los que al apreciar la grave situación se retiraron inmediatamente.

La huelga se extendió por el resto de los centrales de la provincia camagüeyana, y en Las Villas y Oriente, bajo la misma consigna, varios centrales se sumaron al movimiento. El 20 de octubre los obreros del Ferrocarril Norte de Cuba y el Gremio de Braceros y Estibadores de Puerto Tarafa declararon un paro en apoyo a los huelguistas. Otros sectores también manifestaron su apoyo a lo largo y ancho del país. Luego de cincuenta y un días de paro en los centrales y graves afectaciones  a sus intereses económicos, la Cuban Cane Corporation resolvió reconocer los gremios obreros.[xi]

Refiriéndose a esta victoria proletaria la prensa de la época hizo el siguiente comentario:

Como nuestros lectores se habrán dado cuenta por las bases que han dado fin al movimiento, no se pedía en ellas ninguna mejora en el orden material. Ni aumento de jornales, ni disminución de jornada de trabajo. Y no es naturalmente que los obreros de los ingenios no necesiten de ambas cosas; es que los dirigentes de este movimiento comprendieron, con exacta visión de la realidad, que antes de pedir nada, necesitan asegurar la personalidad colectiva de los obreros organizados.[xii]

El triunfo sirvió de estímulo para mantener el movimiento huelguístico en centrales de otras empresas, que como  General Sugar Company se mantenían en su posición anti sindical. Sólo el compromiso personal del presidente de la República, Alfredo Zayas, con Enrique Varona, máximo guía de la huelga, condujo al restablecimiento paulatino de las actividades para la zafra desde la segunda quincena de diciembre.

Las numerosas huelgas de los obreros del carril a lo largo del año 1924 fueron un sentido apoyo a las demandas de los azucareros, pero también perseguían mejoras para los obreros del sector y aunque en algunos momentos el enfrentamiento adquirió matices sumamente violentos y llevó a la cárcel a los dirigentes obreros, la Empresa tuvo que conceder importantes demandas. Estas jornadas huelguísticas y la demanda central que era el derecho a la sindicalización, demuestran que este movimiento se alejaba paulatinamente del anarco sindicalismo predominante en el período anterior.

 “La Unión” estrechó relaciones con otras organizaciones obreras, se sumó al movimiento de protesta por la injusticia cometida por las autoridades estadounidenses contra Sacco y Vanzetti, envió cable de condolencia a la patria de Vladimir Ilich Lenin cuando conoció de la muere del gran líder y patentizó su solidaridad con los obreros de la cervecería Polar[xiii] encausados injustamente. La actividad de Varona al frente del gremio “La Unión” lo llevó a mantener contactos con líderes de la talla de Antonio Penichet, Alfredo López y  Julio Antonio Mella.[xiv]

Aunque el gobierno había reconocido el derecho a la sindicalización de los obreros azucareros, no ocurría igual por parte de los empresarios siendo este el motivo por el que se produjo una huelga en el central Stewart  en el mes de abril de 1925, e inmediatamente los obreros ferroviarios declararon un paro de solidaridad durante el cual una máquina que corría operada por un rompehuelgas fue descarrilada,[xv] hecho por el que se acusó a Pedro Urquiza Echarte, Miguel A. Jiménez, Ramón Estrada  y Enrique Varona,  que conducidos a la cárcel de la ciudad de Camagüey permanecieron detenidos por más de cuatro meses.

Continuas protestas, paros y huelgas se produjeron en los sectores ferroviario y azucarero demandando la liberación de sus compañeros injustamente encarcelados. También recibieron el apoyo de todos los presentes en el III Congreso Obrero (creador de la CNOC) que estaba sesionando en Camagüey desde el día 2 de agosto, donde sus delegados hicieron una colecta para aliviar la situación de Varona y sus compañeros y Alfredo López, principal figura del Congreso, les visitó en la cárcel. El propio Alfredo López propone en el Congreso que le sean cursados telegramas al Presidente de la República, al Secretario de Justicia, y al Presidente de la Audiencia, en los que se les comunique que el Congreso se hace solidario  de la causa de Varona y sus compañeros presos.

Por estos días una nueva huelga tenía lugar en el Stewart y otros centrales de la misma empresa, reclamando el reconocimiento del representante obrero por la Cuban Cane; hasta ellos también llegó la solidaridad del III Congreso Obrero y de los ferroviarios de Guantánamo y de Morón, apoyando sus demandas.

El 15 de septiembre Varona y sus compañeros fueron absueltos, por falta de pruebas y por la presión popular, aunque el fiscal había solicitado pena de cadena perpetua para los acusados en la causa 188 de 1925. En El grito de los mártires, Julio Antonio Mella expresó: “[…] La justicia de los tribunales oficiales, en un resto de pureza, te absolvió de la acusación imaginaria de terrorista. Pero, ¿quién pudo haberte absuelto de la “justicia” personal del tirano?”[xvi]

El propio Varona, al salir de la cárcel dijo a varios compañeros que “[…] había sido liberado para asesinarlo. Su eliminación física era reclamada por la empresa ferroviaria Cuba y la Cuban Cane al tirano Machado […]”[xvii]

El primer intento para asesinar a Varona se produjo el propio día de su excarcelación cuando regresaba en tren a la ciudad de Morón. El intento se frustró por la información dada al líder obrero por un Guardia Rural que conocedor de lo tramado esperó en la estación de Ciego de Ávila el tren en que viajaban Varona y sus compañeros e informó a este del plan concebido para su asesinato cuando el tren llegase a la estación de Pina. Efectivamente, en la estación de aquel poblado esperaba, vestido de civil y listo para cumplir la orden el soldado Filomeno Reina quien abordó el tren en cuanto arribó al andén y desesperadamente buscó su objetivo; pero Varona escondido en el servicio sanitario burló al asesino que abandonó el tren visiblemente decepcionado.[xviii]

Cuatro días después, el 19 de septiembre, cuando se dirigía con su esposa y una de sus hijas a una actividad organizada por el gremio de obreros ferroviarios “La Unión” en el cine “Niza”, en Morón, para recaudar dinero destinado a la ayuda de familiares de los compañeros presos, fue abatido por las balas de un asesino a sueldo. Según la causa 372 de 1925 “[…] Varona es asesinado por influencia de las empresas norteamericanas, cuya premeditación pasó por manos del Comandante Rogerio Zayas-Bazán y el Coronel Desiderio Rangel, y el ejecutor un soldado de la raza negra, tuerto, nombrado Pedro Piedra […]”[xix]

El asesinato de Varona tuvo una repercusión extraordinaria en diversos sectores de la sociedad cubana, que de muy diversos modos expresó su protesta. Varios telegramas fueron enviados al Presidente de la República, al Presidente del Tribunal Supremo y Secretarios de Gobernación y de Justicia, a los principales periódicos del país. 

Fue tal la repercusión de este hecho en la provincia camagüeyana y en toda la nación que Machado hipócritamente envió un telegrama de condolencia, donde hacía referencia a que era mejor que el pueblo ayudara a la justicia pacíficamente y no recurriendo a protestas.

En la ciudad de Morón la reacción del pueblo fue extraordinaria, los obreros querían tomar el Cuartel de la Guardia Rural, lugar donde creían que estaba escondido el asesino. A su sepelio acudió una inmensa multitud de personas, bajo la vigilancia atenta de la policía temerosa de aquella manifestación popular, considerada por algunos medios, superior a tres mil personas.

Alfredo López,  desde la revista “El Fígaro”, acusó en varias ocasiones a Machado del asesinato de Varona, por lo que fue llamado a Palacio por el tirano, que lo amenazó diciéndole que no le permitiría ni una letra más sobre el asunto, a lo que el líder obrero contestó que lo seguiría planteando mientras no demostrara lo contrario, poco tiempo después este fue también asesinado.

El primero de octubre de 1925 el Pleno de la Federación Obrera de La Habana lanzó un manifiesto de protesta por el asesinato de Enrique Varona, en el que señalaban:

[…]  y los asesinos seguros de su impunidad y resguardados por anticipado, hasta quién sabe si repitieron su borrachera de sangre con otra de alcohol, satisfechos de haber herido en el corazón no ya a Enrique Varona, que caía traidora y cobardemente asesinados, sino a los obreros, al proletariado de Cuba, que sabe perfectamente que al no podérsele asesinar a todos se escogía a uno de los más leales y honrados, de entre ellos, como para que sintieran el golpe los demás trabajadores también […] [xx]

En septiembre de 1926 el Comité Central del Partido Comunista de Cuba por intermedio de Mella publicó en el periódico “El Machete”, órgano de los comunistas mexicanos, una denuncia a la situación de Cuba, en esta señaló las circunstancias del asesinato de Varona por miembros de la Guardia Nacional, y en un artículo que titulara “El Grito de los Mártires” realizó una magnífica valoración del líder obrero, a quien consideraba en franca evolución ideológica que lo acercaba a la senda del marxismo.

Varona significaba un peligro para los intereses yanquis, se había convertido en un líder de gran envergadura y por esos motivos fue mandado a asesinar. Este hecho constituyó una pérdida sensible para el movimiento obrero y particularmente para el Gremio “La Unión”, que se vio privado de su máximo dirigente y sometido a una violenta represión. Con su muerte se cerró una etapa brillante del movimiento obrero ferroviario y azucarero en la región de la Trocha.