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ESCARAMUSAS EN LA TROCHA


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El cuento de Martínez Campos

27.12.2016 12:04
 

El cuento de Martínez Campos• En los meses finales de 1895 Gómez y Maceo burlaban el principal enclave defensivo español en Ciego de Ávila, mientras las autoridades coloniales en la Isla justificaban la debacle

Pese al dinero invertido en la Trocha de Júcaro a San Fernando, los mambises supieron burlar el muro colonialista

A la chaqueta no le cabía otra condecoración. Bigotes encanecidos, pasos lentos, insomnio perenne. Arsenio Martínez Campos, capitán general del gobierno colonial en Cuba,sentía que su estrella declinaba.

Si en 1878 logró pacificar la Isla rebelde y regresó a Madrid con el manto de la gloria, en 1895 su situación era muy diferente. Conocía que Maceo yGómez invadirían el Occidente del país. En caso de lograrlo, llegaría el ocaso de su brillante carrera militar. Para evitar el cruce de las huestes insurrectas por la Trocha de Júcaro a Morón, movilizó miles de combatientes, dirigidos por generales de su absoluta confianza.

Escalonó varias columnas, al oeste del sistema de fortificaciones, con el objetivo de cerrarles el avance, en caso de que pudieran los mambises escabullirse entre aquel valladar “infranqueable”.

Hasta viajó a Ciego de Ávila para precisar detalles de su plan. Sin embargo, Gómez, el 30 de octubre, y Maceo, el 29 de noviembre, cumplieron su estrategia.

Entonces Martínez Campos, ante el fracaso, emitió al Ministerio de la Guerra un parte de operaciones. Intentaba suavizar el fiasco. Para justificar el paso del Generalísimo afirmó:

“(...) consiguiendo atravesar el 29 por Jicoteita y Piedras la línea del ferrocarril, sosteniendo un ligero fuego con una pequeña columna que había en dicho punto.

“Las fuerzas de Ciego de Ávila estaban empleadas en operaciones y racionar algunos pequeños destacamentos, y no se pudo formar columna de persecución hasta el día 5, y como el terreno estaba cruzado de rastros, tomó equivocadamente la dirección de Arroyo Blanco y Santa Teresa, donde había partidas de alguna consideración, si bien no el grueso del enemigo, y que rehuían combate, contentándose con tirotear la fuerza desde posiciones escogidas; esta columna tuvo que regresar á Ciego para racionarse, y por si podía evitar el paso de Maceo.”

En realidad el Mariscal, debido a su servicio de inteligencia, sabía que Maceo estaba en Oriente. Pero bueno, no venía mal a la poderosa columna descansar en sus campamentos bien protegidos de la Trocha. Mientras, ordenaba a numerosas tropas que persiguiesen a Gómez. Aunque estos mandatos, explicaba a Madrid, “se retrasaban por los cortes del telégrafo y por no comunicar el heliógrafo á causa del tiempo, pues desde el 17 de octubre hasta fin de noviembre ha reinado un temporal grande de aguas, tanto que Garrich no pudo pasar el Zaza en cinco días”. En tanto Gómez, a quien parecía no afectar el clima, realizó varias acciones para atraer la atención del enemigo, auxiliado por oficiales avileños.

Finalmente, el Titán de Bronce también burló la vigilancia. Según Martinete:

“Aldave, prevenido contra el paso de Maceo, había acumulado sus fuerzas en la parte Sur del ferrocarril que, según las noticias, debía destruir el enemigo al pasar por ella, y como esta contingencia era grave, en ella fijó su cuidado; pero Maceo, con las noticias que recibió de nuestra situación, por una rápida marcha de flanco, subió á la Redonda, por donde pasó el día 29; las fuerzas perdieron dos jornadas en concentrarse al Norte, y el día 1.° salieron Golbis y Aldecoa, que habían llegado el 30 por la tarde, á seguir el rastro; mucha ventaja les llevaba el enemigo, que además dejó un rastro falso hacia Arroyo Blanco; Galvis volvió hacia Río Grande, y Aldecoa siguió, cuando la volvió á encontrar, la dirección del enemigo, llegando á Placetas el 12, después de veinte días de marcha con lluvias, por pantanos, y sin calzado ni raciones hacía cinco días; allí estaba también el general Navarro por la misma causa, y que salió ese día para Villaclara.”

Omito, por cuestiones de espacio, la relación exhaustiva que hizo el Capitán General de todas las operaciones emprendidas por sus oficiales para exterminar a los invasores. Astuto comprendió que se le fue la mano. Para justificarse concluía:

“Entro en estos detalles, innecesarios para V. E., pero muy interesantes para los que creen en la facilidad de obligar á combatir al enemigo y aún coparlo; el nombre del general Navarro es conocido; su vehemente deseo de adquirir gloria, evidente; y si él no ha conseguido más éxito, otro no lo hubiera alcanzado; casi lo mismo digo del general Aldecoa y de los demás jefes que han mandado columna, de cuyo buen deseo y celo no se puede dudar.”

Ya en Madrid estaban agobiados de los cuentos, provenientes de Cuba, sobre la guerra. Arsenio Martínez Campos lo corroboró el día que lo destituyeron.

Fuente: Rafael Guerrero: Crónica de la guerra de Cuba, t. 2, segunda parte, pp. 403-411.